El verano y, en concreto, las vacaciones son de las épocas más esperadas por muchas personas debido a diferentes razones. Los días son más largos, el sol brilla (a veces demasiado), se planifica alguna escapada de la rutina y, por lo general, solemos tener algunos días de vacaciones, ya sea dentro o fuera de casa. Todo esto hace que sea realmente fácil tener unas expectativas altas de este periodo del año, quitando, por supuesto, a las personas que no lo viven con especial ilusión y tienen claro que el verano, el calor y las aglomeraciones son algo que evitarían si pudieran. Con lo cual es posible y probable que en algún momento del verano algun@s de nosotr@s hayamos experimentado ciertas sensaciones de desencanto. Si es tu caso o el de alguien cercano, y te gustaría comprender un poco mejor qué es lo que ha podido pasar, sigue leyendo.
En terapia reflexionamos sobre por qué se produce, en cada caso, este desajuste entre expectativas y realidad y no, no es necesariamente porque seas una persona “idealista de la vida” o “negativa” (este post no es para buscar culpables, sino para acompañarte con estas sensaciones), más bien, porque, a veces, cuando llegamos al verano con muchas de nuestras necesidades puestas “en espera” durante el resto del año, es difícil no “emocionarse”. La clave no está en no ilusionarnos, ya que el previo a las vacaciones nos puede dar aliento para llegar a ellas, sino más bien en intentar tener en cuenta cosas que sabemos, pero no apetece tanto pensar.

1. Frenada de emergencia de 100 a 0
En primer lugar, no solemos tener la posibilidad o, al menos, no solemos ponerla en práctica, de ir bajando el ritmo de nuestra vida y nuestras responsabilidades, entre ellas el trabajo, de manera un poco gradual hasta llegar a las vacaciones. Incluso en muchas ocasiones tenemos “picos” de estrés y tareas justo antes de “marcharnos”, ya sea por compaginar el día a día con sacar tiempo para organizar los días libres o por “dejar todo cerrado y hecho” antes de parar. De esta forma lo que hacemos es como ir en un coche a 120 km por hora y tirar del freno de mano. Como es de esperar, lo más probable es que acabemos lesionados y con el coche en el taller.
Como en esta metáfora, si no hemos podido decelerar e ir bajando de marcha, seguramente te hayas visto repercutid@ por esta frenada y te haya costado dormir, te hayas sentido inquiet@, acelerad@ o quizás apátic@ sin saber por qué. Por ello te recomiendo que de cara a las próximas vacaciones intentes ir bajando pulsaciones según se acerca el momento de descanso y también que aceptes aquello a lo que no llegas aquí y ahora. No siempre merece la pena dar un acelerón para llegar a tiempo y cuando tu salud está en juego es un rotundo NO.
2. Confundir los deseos con expectativas
Para l@s que ya nos leéis desde hace un tiempo no harán falta explicaciones, pero si te acabas de incorporar a la lectura de nuestro blog te cuento que es importante diferenciar entre lo que nos gustaría que pasase en vacaciones (deseos) y lo que es probable que pase (expectativas), es decir, el punto en el que convergen los deseos con los datos de realidad (formados de las experiencias que tuve en otras situaciones parecidas, cosas de las que me he informado o me han contado). Sería algo así como ilusionarte pensando en estar sentad@ en la playa sintiendo la brisa marina, si es lo que te gusta, pero teniendo en cuenta que alguien podrá salpicarte, que a lo mejor no tienes el silencio que te gustaría para leer tu maravilloso libro y que quizás te vayas con arena en lugares en los que no desearías. Puede ser que este verano hayas experimentado frustración y tristeza de más porque tus expectativas no eran del todo realistas y lo que has tenido no es exactamente lo que necesitabas. Sin duda, tus necesidades y deseos son importantes, pero recuerda que siempre viene bien dejar un hueco en la maleta para imprevistos que nos permita ser más flexibles.

3. Reencuentro contigo
Acostumbrados a vivir en un día a día de estímulos constantes, listas de tareas, agendas cargadas y prisas, de repente en vacaciones tenemos la posibilidad de escucharnos porque desaparece parte de ese “ruido externo”. Y como hemos hablado en otras ocasiones, en el post de ¿Por qué me siento mal cuando paro?, cuando paramos, todas esas necesidades físicas, emocionales y relacionales pospuestas se hacen notar. Empezamos a prestar más atención a las cosas que pasan a nuestro alrededor y también dentro de nosotr@s y podemos tener sentimientos encontrados. Al ser más conscientes de nuestra realidad, tan pronto podemos ser conscientes de lo afortunad@s que somos o sentirnos orgullos@s de nosotr@s por haber logrado algo, como podemos sentirnos tristes por ver cosas que no encajan con lo que nos gustaría, sentirnos desconectad@s de las personas que nos rodean o darnos cuenta de la necesidad de hacer cambios, entre otros. Te diré que, aunque pueda ser incómodo o desagradable de sentir, este reencuentro contigo no es algo malo, es más bien un momento necesario para mirar “tu brújula” y ver si hay necesidad de ajustar el rumbo.
4. Desequilibrio rutina/espontaneidad
A menudo no somos conscientes de los cambios tan radicales a los que nos sometemos de repente. Pasamos de tener una forma más “programada” de vivir para poder ser lo más productiv@s posible a pretender disfrutar de parar y empezar a “fluir” o improvisar sin ninguna consecuencia. Esto pasa también después de la época de exámenes, después de semanas o meses en el caso de opositores/as organizando sus días con una función muy concreta como es estudiar, llega el momento de parar y es muy normal sentir cierto vacío y una sensación de placer y a la vez de culpa al poder descansar, ansiedad, hiperactivación o excesivo cansancio, entre otros, cuando hacemos este parón.
Si te has sentido así, algo que te puede ayudar para la próxima vez es pensar en una “rutina” de vacaciones, que sea flexible y tenga una parte “repetida” y otra parte diferente según el día, así la mente tendrá una parte “conocida” que le dé estabilidad y parte espontánea que la estimule y que hará que no se pierda en el vacío. Tampoco se trata de planificarlo todo, ponernos rígid@s o cargarnos de tareas, ¡eso no son vacaciones sino productividad encubierta!
5. Libertad frustrada
Algo esencial que ocurre en verano es que tenemos algo más de tiempo, una de las cosas más preciadas en la vida adulta. Ya sea porque tenemos más horas de luz, por la jornada reducida de trabajo o porque en verano la vida va un poco más despacio. Sin embargo, nos encontramos con “obstáculos” que hacen que no podamos disfrutar como nos gustaría de este tiempo y el primero es que ¡hace mucho calor! Esto nos limita tremendamente, a muchos nos baja la tensión, nos pone irritables o nos deja sin energía. Hay mucha gente que en verano cree sentir ansiedad experimentando dificultad para respirar o para concentrarse, apatía, taquicardias, sudoración constante, etc., cuando lo que verdaderamente pasa es que hace mucho calor y los síntomas se confunden.
El sol abrasador y el calor nos obligan a hacer planes en unas horas muy concretas, lo que hace que pasemos mucho más tiempo en casa o en sitios cerrados y esto nos hace sentir una tremenda falta de libertad para utilizar ese preciado tiempo que pensábamos que teníamos. Además, cuando hay niñ@s en la familia, se vuelve un gran reto, sin poder salir al aire libre todo lo que necesitarían o sin ver a sus amig@s. En ausencia de las clases no hay relevos y, para bien y no tan bien ¡son muchas horas las que tiene un día! ¡Benditas piscinas, pueblos, “parques de bolas” con aire acondicionado y centros comerciales! Asique, por favor, intenta tener un poco más de paciencia, primero contigo, y no te culpes por no “estar disfrutando” de tus vacaciones exactamente como pensabas. Aceptemos lo que no podamos cambiar, pero, eso sí, pongamos nuestra mente a funcionar para buscar alternativas.

7. Relajarte vs descuidarte
Otra de las cosas que suelen ocurrir es que no utilizamos las vacaciones para lo que verdaderamente necesitamos. En ocasiones, porque no tenemos elección o eso sentimos; otras veces, porque nos exigimos “aprovecharlas” y hacer lo que se supone que se hace en vacaciones pero que, a lo mejor, realmente no es lo que querríamos si pudiéramos elegir. También nos pasa que confundimos el descanso y la relajación con la falta de límites y los excesos. Nos alimentamos peor, puede que no respetemos nuestras horas de sueño, o nuestros ritmos. Como sentimos que tenemos libertad, tendemos a dejarnos llevar por el ansia de hacer, comer, salir, beber, etc.; sin tener en cuenta la medida en la que esto nos aporta y cuándo empieza a hacernos daño. Ser conscientes y quitar el piloto automático nos puede ayudar a poder ponernos en modo disfrute evitando que las vacaciones acaben siendo autolesivas
¿Os suena esa frase de “necesito unas vacaciones para recuperarme de las vacaciones”? Y es que sí, según en qué circunstancias, el tiempo en familia puede llegar a saturar o herir. Así como puede agotarnos estar de allí para acá, o, por el contrario, no moverte o el hacer una vez más lo mismo de siempre cuando lo que necesitabas quizás era introducir algún cambio. A veces, ignoramos por completo lo que nuestro cuerpo y nuestra mente nos pide y esto tiene que ver con la desconexión de nuestras necesidades que experimentamos en el día a día cuando estamos tomando la decisión de qué hacer en vacaciones y planificando estos días; lo que nos habla de algo en lo que sería muy bueno poder trabajar.
Si está siendo o ha sido tu caso, te propongo que te tomes un momento para preguntarte qué es lo que realmente necesitas o hubieras necesitado, qué te apetece y cómo puedes hacer para tenerlo en cuenta para reconducir estas o las siguientes vacaciones u oportunidades de descanso.

Quizás estés leyendo esto en tus vacaciones (si has sido afortunad@ de tenerlas) o que ya hayan pasado y pienses que ya llegas tarde, pero no es así. El hecho de estar siendo consciente de estas cosas que puede que te estén pasando, te será útil tanto para aplicarlo en tu vida cotidiana, como para las siguientes vacaciones. Así que te propongo que no desperdicies estas conclusiones a las que estás llegando mientras lees estas líneas y tomes notas (literalmente hablando) de las propuestas que te gustaría tener en cuenta de aquí en adelante. Así, tu “yo del futuro” tendrá una guía para tomar decisiones de cara a disfrutar de sus vacaciones como seguramente merecerá.
Por otro lado, si sientes que en este momento de reflexión te has dado cuenta de algo que te gustaría tratar en compañía de un/a expert@ recuerda que puedes ponerte en contacto con nosotras para tomar impulso hacia estos objetivos importantes para ti.