Después de las fiestas, muchas personas hablan con nostalgia y cierta frustración de la diferencia entre cómo viven ahora las navidades y cómo las vivían antes. Cuentan cómo, cuando eran más pequeñ@s o más jóvenes, esperaban con alegría las celebraciones, los regalos, juntarse con amig@s y familiares, etc. Sin embargo, ahora les pueden llegar a abrumar o generar pereza, incluso irritabilidad. Y es que habitualmente, cuando hablamos de ilusión nos suele venir a la mente una parte más infantil o adolescente, como si la ilusión fuera cosa de niñ@s y perteneciese a etapas pasadas. ¿Será que la capacidad de ilusionarnos se va perdiendo a medida que pasa el tiempo?
Es cierto que para l@s niñ@s es mucho más sencillo ilusionarse, ya que suelen tener conservada su capacidad de imaginar y desear, la cual en l@s adult@s, en general, ha ido disminuyendo. Con el paso del tiempo, se van fomentando unas capacidades más que otras y, por desgracia, la parte racional se va imponiendo ante la emocional, creándose un desequilibrio que genera malestar y trastornos psicológicos. Parece que madurar es perder “los pájaros de nuestra cabeza”, en lugar de cuidarlos y guiarlos.
La ilusión es un sentimiento que nos activa y nos motiva para avanzar hacia nuestros objetivos. Tener la capacidad de ilusionarnos nos ayuda, entre otros recursos, a tomar decisiones y a comprometernos con ellas; por tanto, repercute en nuestra calidad de vida y en nuestro bienestar psicológico.
Entonces, ¿cómo podemos alimentar nuestra ilusión para que siga presente? Por aquí tienes algunas ideas que pueden ayudarte con este propósito.
5 claves para disfrutar más tu vida

1. Pregúntale a tu niñ@ interior
Para un momento e intenta recordar qué cosas solían despertar tu ilusión. ¿Qué tipo de actividades, juegos, lugares, retos y compañía te hacen o te hacían disfrutar? ¿Hay alguna manera de poder hacerles un hueco en tu vida? ¿Qué ha pasado para que ya no estén tan presentes?
Probablemente, la respuesta que encuentres tenga que ver con el tiempo y las responsabilidades. Y es que, en la medida en la que vamos desarrollando nuestra capacidad de gestionar las demandas del entorno, vamos viviendo más en base a un “modelo de productividad” y “multitarea” que nos va desconectando de nuestras necesidades y deseos sin casi darnos cuenta y hace que nos alejemos poco a poco de nuestra esencia.
Te propongo que escuches a esa parte de ti que necesita reír, disfrutar y divertirse. Dale una vuelta a cómo puedes ofrecerle un espacio y recuperar esos momentos y actividades en los que te sumergías y te sentías a gusto y relajad@ cuando eras más pequeñ@ y la prisa no te invadía. A lo mejor, a corto plazo no puedes volver a hacer exactamente aquello que te gustaba tal cual lo recuerdas porque hay cosas que han cambiado, pero seguramente puedas buscar la manera de adaptarlas para volver a darles un lugar en tu vida, porque cuando estaban presentes, tú te sentías mejor. Pon en marcha tu creatividad y hazlo posible.
2. Redirige el foco y simplifica
Por lo general, a la hora de organizarnos solemos tener más presente el aprovechar el tiempo y que lo que hagamos sea “útil”, “que nos aporte” o “nos haga felices”. Nos fijamos más en cuántas cosas hacemos que en cómo las hacemos, lo que nos genera presión y perjudica nuestro autocuidado. Y es que para algunas personas resulta verdaderamente difícil tener en cuenta este equilibrio (productividad-bienestar) para priorizar lo que hacen con su tiempo y con su vida.
Este modo “productivo” de vivir va cambiando nuestra manera de pensar y de afrontar el día a día, de forma que, a veces, vemos el día como “una lista de tareas por hacer” y esto nos genera cansancio y desilusión. Con este estado mental tenemos la sensación de haber perdido la capacidad de elegir, lo que hace que pase desapercibida alguna posibilidad de sentir satisfacción dentro de lo cotidiano y esto sucede por la desconexión emocional que genera el “modo automático” de vivir. Así que trata de conectar y preguntarte: ¿Qué me apetece de mi día?, ¿puedo equilibrar la productividad con el disfrute y el autocuidado?, ¿qué cosas de “mi lista” elijo conscientemente?, ¿cuáles podrían hacerme disfrutar si las vivo con esta intención? Estas preguntas pueden ayudarte a localizar momentos en el día como potencialmente placenteros o, en su lugar, planificarlos.

3. Apuesta primero por lo sencillo y dale valor
A medida que vamos creciendo y experimentando, va habiendo cada vez más rutina en nuestra vida, la cual nos da seguridad, pero también hace necesario que aprendamos a apreciar lo cotidiano y a atesorar momentos que pudieran parecer simples. Este es un “arte” que dominan las personas a las que llamamos “disfrutonas”, junto con la capacidad de ser agradecid@s. Por supuesto, no hablamos de “ser positiv@s” dejando de lado las preocupaciones, miedos o frustraciones que cumplen una función muy valiosa para cubrir nuestras necesidades, sino de la convivencia entre el malestar y la ilusión (“las luces y las sombras”), sin que se superpongan unas a otras y hagan que demos por hecho aspectos de nuestra vida en los que sí somos afortunad@s.
Por ejemplo, si algo tan habitual como comer o dormir, lo vemos sólo como una tarea que debemos hacer, e incluso en el menor tiempo posible, o pensando en lo que viene después, estamos desaprovechando, sin querer, oportunidades de conectar, relajarnos y disfrutar. Lo mismo pasa con caminar hacia algún lugar, conducir, hablar con alguien agradable, comprar, pasear con tu perro, etc. Intenta poner el foco en estas oportunidades y recréate en lo placentero de esas situaciones o busca la manera de que lo sean.
Así, un día que estés cansad@, pensarás con ganas, y quizás con ilusión, en llegar a casa y quitarte los zapatos o también en el momento de acurrucarte en la cama. O si un día tienes la cabeza embotada en el paseo con tu perro, te des la oportunidad de jugar y tener un rato entretenido; también el camino a hacer algún recado puede ser un buen momento para respirar, escuchar algo de música o simplemente disfrutar fijándote en cosas que te encuentres en el trayecto, en las que, cuando lo has hecho desconectad@, no habías reparado.

4. Pide un deseo y haz que se cumpla
Igual de importante es valorar lo sencillo y lo que está a nuestro alcance como aspirar a que sucedan cosas más especiales que deseemos. Por ejemplo, viajar, algún evento señalado, ir a algún concierto o algo más cercano como ir al cine, pasear por la montaña, salir a bailar, incluso algún plan para disfrutar las próximas navidades o vacaciones.
Pueden ser deseos que se cumplan más a corto o largo plazo, pero necesitamos poder concedérnoslos y ponernos en marcha planificando lo que dependa de nosotr@s. Al igual que hablamos de que la anticipación de las situaciones desagradables nos puede generar ansiedad, miedo o desánimo, anticipar y planificar momentos de disfrute y conexión es algo que genera mucha ilusión y trae alegría a nuestra vida.
Quizás al leer estas líneas algunas personas se sientan un poco perdidas sobre qué planes podrían ilusionarles, ya que pueden estar desconectad@s de sus deseos y que su creatividad esté “dormida”. Esto ocurre porque a veces nos ponemos en marcha más fácilmente para evitar que pase algo negativo que para conseguir algo satisfactorio. ¡Pero no desesperes! Si te das tiempo y pones en práctica estas ideas y alguna otra que tu imaginación te sugiera por el camino, conseguirás ir reconectando con tu ilusión y recuperando tu capacidad de desear.
5. Introduce cambios en tu vida
Cuando disminuye nuestra capacidad de desear, disminuye también nuestra creatividad y tendemos a ser muy repetitiv@s. Algo que hace que en las primeras etapas de nuestra vida vivamos con más ilusión es que experimentemos cosas nuevas a menudo y eso favorece que estemos más atent@s para no perdernos nada y vivamos el momento.
Al igual que hemos dicho que la rutina es necesaria y saludable en muchos aspectos, también necesitamos explorar e incluir algo de novedad en nuestra vida. Así que intenta encontrar formas de introducir cambios: cualquier idea que se te ocurra puede ser válida, desde ir a lugares distintos más o menos lejos, cambiar el camino de vuelta a casa o de supermercado, planificar un viaje a otra cultura, probar recetas nuevas o actividades diferentes que puedan ser divertidas y te saquen de lo conocido y puedan suscitar sensación de novedad agradable. Además, evitar caer en la monotonía y en vivir “el día de la marmota” es una medida a tener en cuenta para la prevención de estados depresivos.

Por tanto, podemos afirmar que es peligroso resignarse a prescindir de uno de los motores que nos ha motivado desde el inicio de nuestra vida. Cierto es, y no hay ninguna duda, que los ritmos a los que se nos pide que nos ajustemos y la cantidad de cosas que se nos transmite que es necesario hacer, generan un desborde que, con el tiempo, es probable que apague nuestras ilusiones y nuestras ganas. Pueden ser “rachas” de desánimo, pero, en ocasiones, es un estado que se instala en nosotr@s y normalizarlo pone en riesgo nuestra salud mental.
Si sientes que estas rachas son recurrentes, intensas o se ha instalado este estado en tu día a día y te gustaría comprender qué ha ido apagando tu ilusión, ponte en contacto con nosotras para ayudarte a poner de nuevo en marcha ese motor que quizás necesita unos ajustes para volver a coger impulso.