Como seguramente ya sabéis, la comunicación es una piedra angular de cualquier vínculo o relación, y por ello requiere atención y dedicación, y mucho más si esta comunicación se lleva a cabo entre personas que se encuentran en diferentes momentos de la vida. Ya hemos hablado en otros posts sobre algunas claves importantes para la comunicación con niñ@s y adolescentes, que pueden ser útiles en la convivencia. Sin embargo, el acompañamiento emocional en la adolescencia merece un espacio propio por la importancia que tiene dentro del mundo de la comunicación y los vínculos afectivos en esta etapa en particular.
Pero, ¿por qué es tan relevante el acompañamiento emocional? Pues, entre muchas razones, éstas podrían ser las principales:
- En primer lugar, porque estructura y refuerza un vínculo seguro entre nosotr@s y nuestr@ adolescente y, por tanto, también influye en cómo se relaciona ella/él con las personas que le rodean.
- Le da soporte y guía para desarrollar sus capacidades psicoafectivas, como la autorregulación emocional.
- Influye directamente en su autoestima y en la forma de verse a sí mism@. Si le demostramos que es alguien valioso y digno de ser querido y comprendido, así se sentirá.
- Le ayuda a establecer unas buenas bases para su propio diálogo interno, lo cual es clave para su salud mental y emocional.
¿Y en qué consiste?
El acompañamiento emocional es el proceso en el que damos o recibimos soporte a nivel emocional y que nos permite afrontar determinadas circunstancias a través del apoyo incondicional, totalmente exento de juicio. Este acompañamiento nos hace sentir segur@s y valios@s aun exponiendo nuestras vulnerabilidades. Sentirnos acompañad@s y comprendid@s por otra persona nos ayuda a regularnos emocionalmente y a tomar consciencia de nuestras emociones, necesidades y las circunstancias que las rodean. ¡Ojo! En ocasiones, este proceso va seguido de una toma de decisión, pero es importante recordar que no es la base del acompañamiento ni la función principal, así como tampoco lo es que se deje de experimentar la emoción en cuestión para “estar bien”.

El acompañamiento emocional, a veces, puede ser muy intuitivo, sin embargo, nuestra propia angustia puede hacer que no estemos disponibles para la otra persona o que queramos hacer que su emoción “se pase ya”, porque a nosotr@s nos genera malestar no saber qué hacer ante ella. Por eso, te comparto por aquí algunas pautas que pueden servirte de guía para acompañar adecuadamente a “tu adolescente”.
1. Cuida de vuestro vínculo y hazle sentir que estás disponible
Es importante estar y mirar para reconocer cuándo nuestr@ adolescente necesita compartir con nosotr@s. Sin embargo, en ocasiones, estas situaciones pueden pasarnos desapercibidas en el ritmo frenético del día a día. Por ello, se hace todavía más importante que nos esforcemos en mostrarnos disponibles para ell@s y que sientan que “estamos ahí” para que, si nosotr@s alguna vez no nos damos cuenta, puedan acercarse a contarnos lo que necesiten. Esta disponibilidad se muestra de muchas formas: desde pasar tiempo de calidad junt@s, poniendo atención cuando nos habla, aunque el contenido pueda parecernos poco importante (mirando, asintiendo, preguntando…), mostrando interés sobre cosas importantes para él/ella, preguntando por cosas que nos ha contado ante o siendo capaces de pausar, en la medida de lo posible, lo que estemos haciendo para prestarle atención y darle prioridad.
En definitiva, transmitiéndole: “tú eres importante”. De esta forma, estaremos cuidando el vínculo que es el “puente” que nos une y que, a veces, olvidamos que requiere “mantenimiento”.

2. Lee los “subtítulos” emocionales
Cuando escuchamos a un/a adolescente puede ser difícil ver qué nos está queriendo decir, qué es lo importante para él /ella y qué necesitan de nosotr@s. A veces, hablan por los codos y se nos complica seguirles el hilo, y otras, en cambio, se expresan con monosílabos, lo que también nos da pistas sobre lo que les genera la situación. No te centres sólo en el contenido de lo que cuenta, observa los matices y el lenguaje no verbal. Lee entre líneas e intenta tener una escucha empática que te permita percibir la situación desde su perspectiva, no desde la tuya, para desde ahí poder “leer” cómo se siente y qué puede necesitar. ¡No todo son palabras!
3. Haz eco de sus emociones
Para conectar, validar y contener las emociones, poner en palabras lo que creemos que puede estar sintiendo la otra persona es algo fundamental. Se trata de acompañar la escucha activa con afirmaciones sobre el plano emocional de la situación, como, por ejemplo: “¡qué rabia!”,”¡vaya susto!”, “¡qué divertido!”, “¡qué ilusión!”, “veo que estás preocupad@”, “esto debe ponerte nervios@/triste/enfadado”, “me doy cuenta de que esto te hace sentir insegur@… ¿verdad?”, “imagino que tendrás muchas ganas de … con esto que me estás contando, ¿puede ser?”.
También para validar sus emociones podemos hacerlo usando frases como: “entiendo que estés agobiad@/triste/enfadad@, emocionad@ con lo que me has contado”, “es normal sentirse así cuando estamos en estas situaciones”, etc.
No te preocupes si no aciertas exactamente con la emoción o la necesidad, si no lo percibe como una imposición sobre cómo debe sentirse, te corregirá y te hará saber qué es lo que verdaderamente siente y esto le servirá también para reconocerlo y conectar con ello. Sentarnos a su lado, suavizar el tono de voz, poner una mano en su hombro, cogerle las manos u ofrecerle un abrazo (aunque nos pueda decir que no) o decir un “estoy aquí contigo” son gestos de contención emocional muy efectivos que generan seguridad y ayudan a regular las emociones. Pero recuerda, la contención emocional no consiste en intentar cambiar lo que siente “el otro” para que se sienta “bien”, nuestro fin es que se sienta acompañad@ con esa emoción para poder atravesarla, ya que, sin duda, tiene una función. Abstengámonos de decir cosas como: “no te pongas así”, “no pasa nada”, “no es para tanto”, etc. porque esto es juzgar, minimizar e invalidar sus emociones y así nos “cargamos” el vínculo y también su autoestima.

4. No des por hecho, muestra curiosidad e interés
Para conseguir empatizar y ponernos en su piel, necesitamos saber (porque no, no lo sabemos todo, aunque tengamos más edad…) lo que nos cuente, y cómo nos lo cuente nos ayuda a comprender para acompañar, pero, además, hay preguntas facilitadoras que podemos hacer para darle la oportunidad de expresarse y reflexionar sobre lo que le pasa. Eso sí, ¡cuidado con la “metralleta de preguntas”! Lo principal es que tenga espacio para expresarse, por lo que es mejor que no sean demasiadas y que vayan dirigidas al plano emocional. De esta manera, ayudamos a que ella/él mism@ se haga consciente de lo que está sintiendo sobre lo que nos está contando.
Algunos ejemplos de estas preguntas pueden ser: ¿y cómo te sientes con esto que me cuentas?, ¿y, en ese momento, ¿qué estabas sintiendo?, ¿qué piensas sobre lo que ha pasado?, ¿cómo te hubiera gustado a ti que fuese?, ¿cómo crees que habrías reaccionado tú en su lugar?, ¿te hubiera gustado hacer o decir algo diferente?, ¿qué hubieras necesitado para hacer algo distinto?, ¿qué necesitas ahora?, etc.
5. Desactiva el modo juicio
Te sugiero que escuches para comprender, en lugar de estar pensando en qué harías tú en esa situación o qué te parece lo que ha hecho él/ella o las demás personas implicadas. Otro reto será dejar en reposo lo que nosotr@s, como padre, madre, tí@, profe o terapeuta podamos estar sintiendo con lo que nos cuentan, ya que no debe mezclarse con lo suyo, ni influir. Estas son cosas que nos alejan emocionalmente de la otra persona y nos desconectan de su discurso. Expresar lo que le ocurre frente a una persona que les acepta y no les juzga, ya es en sí importante para el vínculo y para la autoestima de nuestr@ adolescente. Dale espacio para ser quien es, no una extensión de ti. Esto significa que no esperes que se comporte, piense o actúe como tú lo harías o como tú consideras “correcto”. Él/ella tiene su propia perspectiva y forma de ser y sentir y, aunque puede tener menos experiencia que nosotr@s en algunos aspectos, su forma no tiene por qué ser peor que la nuestra. No demos por hecho que sabemos más que él/ella de lo que le pasa, aunque podamos intuir algunas cosas.

Estas son algunas pautas prácticas para poder estar al lado de “tu adolescente” en las vivencias de su día a día que espero que te puedan servir de guía. Sin embargo, no son las únicas, por lo que si te interesa saber más de este tema permanece atent@ al próximo post, donde seguiremos ampliando con más pautas y reflexiones útiles para reforzar vuestro vínculo.
Si te has quedado con dudas o necesitas comentarnos tu caso en concreto, no dudes en ponerte en contacto con nosotras y te acompañaremos de la forma que necesites.