Como pudimos ver en el post anterior, Cómo ser un soporte emocional para tu adolescente 1ª Parte, el acompañamiento emocional es un “arte” que cualquier persona puede ejercitar y desarrollar. Y es que merece la pena invertir tiempo y energía en cuidar el vínculo con las personas que queremos y más en una etapa como la adolescencia en la que la necesidad de autonomía y sostén están muy presentes, a pesar de parecer contradictorio.
La realidad es que no siempre resulta fácil estar de la forma en la que nuestr@s adolescentes nos necesitan. No nos dejemos engañar por esos aires de “autosuficiencia” que, a veces, emanan; aunque el acompañamiento que necesitan por nuestra parte sea distinto al que necesitaron en otras etapas, no dudes de que sigue siendo imprescindible para su desarrollo psicoemocional y relacional. Nos necesitan presentes, pero no en primer plano; nos necesitan disponibles, pero no encima; a veces, quieren oír nuestras opiniones, pero no como la “opción correcta”, ni en forma de instrucciones. Recuerda, que tu máxima sea: “no sabes más de su mundo de lo que él o ella sabe”, aunque tus percepciones puedan ser muy valiosas, no se trata de luchar por tener la razón.
Lo prometido es deuda. Por ello continuamos donde lo dejamos y tras mostrarte cómo conectar con tu adolescente, continuamos con los siguientes pasos para guiarl@.

1. Parada “obligatoria”
Una pregunta indispensable llegados al punto de haber podido escucharl@, y asomarnos a su mundo es: “¿Qué necesitas?” En cualquiera de sus variantes: “¿Qué te ayudaría en esta situación?” o “¿Hay algo que yo pueda hacer para ayudarte con esto? o, en su lugar, hacerle alguna propuesta que creas que le puede venir bien sin imponer ni forzar. Ten en cuenta que no siempre somos conscientes de lo que necesitamos o que las respuestas que nos dan pueden no encajar con lo que nosotr@s pensamos, sin embargo, tratemos de darle un lugar. Por ejemplo, imagina que a la pregunta de: “¿Qué necesitas?”, nos contestara: “No ir a clase más, para no ver a nadie”; traduzcamos y démosle una opción a lo que nos está diciendo. Una respuesta que quizás ayude podría ser: “Entiendo que con la bronca que ha habido, te gustaría desaparecer una temporadita. Estaría bien tener un poco de tiempo antes de volver a hablar a esta persona…, de todas formas podemos pensar en otra forma de coger distancia o de afrontar la situación para que te sientas más seguro cuando vayas a clase”. Es decir, validamos su deseo y la necesidad que hay detrás, aunque no cedamos a la propuesta de evitar el problema y no ir a clase.
2. Cruce de proyecciones
Como padres y madres, nos va a ayudar mucho conocer el hecho de que, especialmente, vamos a ser una pantalla donde se proyecten los conflictos de nuestr@ adolescente. Esto quiere decir que, en muchas ocasiones, aunque la cosa no vaya con nosotr@s, va a parecer que sí, y mucho… Intentando ayudarles podemos llevarnos “alguna coz”, pero esto no es desagradecimiento, ni significa necesariamente que no le estemos acompañando bien, es un mecanismo de defensa. Intenta recordar que la forma en la que está actuando no va contigo, si no con ella o él y, probablemente, te esté hiriendo por su impulsividad. Lo que también suele ocurrir es que nosostr@s como adult@s también “proyectamos” en ell@s nuestros problemas y frustraciones y por ello reaccionamos ante sus proyecciones y acabamos haciendo la bola más grande, discutiendo sobre cosas que no venían al caso. Esto no quiere decir que no pongamos límites si nos “tratan mal”, pero te sugiero que sea en otro momento fuera de esta conversación y con más tranquilidad, ya que, seguramente, no estará tan a la defensiva.

3. Maneja los tiempos
Algo que te servirá mucho saber y que seguro intuyes es que cuando la intensidad emocional del momento es alta, no suele ser posible poner en palabras ni entrar en reflexiones ni razonamientos. Ten en cuenta, además, que el mundo emocional adolescente es muy grande e intenso, por lo que, si estamos en un punto álgido, conviene “dejarle sacar” y acompañarle con el reflejo empático o con nuestra presencia, para que pueda regularse. Intentar establecer un diálogo o un monólogo por nuestra parte, suele ser contraproducente, ya que en un momento de hiperactivación, nuestras palabras estarán siendo un estímulo más que gestionar.
El movimiento también ayuda a la regulación emocional; cuando están muy encendid@s y metid@s en algún pensamiento que vemos que es circular, a veces, ayuda salir a dar una vuelta y caminar, cambiar de contexto y respirar. Algunas veces, también puede que necesite espacio para disminuir los estímulos que le rodean, podemos preguntarle si necesita que le dejemos un rato a solas y, de ser así, lo respetaremos. Cuando damos este espacio es importante transmitirle: “Te dejo espacio, pero estoy por aquí; si me necesitas, me paso en un rato a ver cómo estás”. Bajo ningún concepto, ningún niñ@ ni adolescente debe percibir que no le atenderemos cuando “esté mal”, esto es lo mismo que decirle: “Cuando no estás contento ni te comportas como yo quiero, no eres valioso y te rechazo por ello”. Suena un poco fuerte, ¿verdad? Pues este es el mensaje que mandamos cuando decimos frases como: “Vete a tu habitación y cuando te calmes hablamos”, “Si me lo dices así no voy a hablar contigo”, “Si sigues así me voy”, etc.
4. Acompáñale a pensar, no pienses por él/ella
La cosa va más de ayudarle a comprender la situación, descifrándola con nuestro@ adolescente, sin emitir juicios hacia él/ella ni hacia nadie. Una vez hemos hecho las “paradas obligatorias” para conectar con su perspectiva y su lado de la situación, (nunca antes) podemos ofrecerle otras perspectivas complementarias. Pero, de nuevo, no imponiéndolas sobre las suyas, si no proponiéndolas como posibilidades.
Algo paradójico del mundo adolescente es que resulta de vital importancia lo que piensen y hagan los demás, sin embargo, algunas veces, se comportan como si el resto “no existiese”. Y es que, evolutivamente, tienen muy activada la parte egocéntrica y, por lo general, les cuesta ser conscientes de cómo pueden vivir los demás una misma situación, lo cual no quiere decir que no les importe, sino que no lo ven. Hay adolescentes muy empátic@s y conscientes, pero suele tener que ver con que han sido capacidades muy entrenadas y presentes en su crianza, así como con su grado de sensibilidad. Por eso, les viene bien que les ayudemos a abrir el campo de visión y observar cómo se pueden estar sintiendo los demás, cómo han podido interpretar lo que ha pasado, qué cree que ha podido pasarle a la otra persona para actuar así y si, quizás, hay alguna alternativa para interpretar las cosas de un modo diferente a lo que pensaba en un principio. Por supuesto, esta perspectiva, como digo, no debe imponerse sobre la suya, sino convivir con ella. Aquí entrenamos la flexibilidad y la empatía con los demás; algo indispensable para generar vínculos sanos con sus iguales.

5. Su decisión no nos pertenece
En muchas ocasiones, cuando alguien y, sobre todo en el caso de niñ@s o adolescentes, nos cuenta un problema, nuestra reacción casi automática es darle soluciones, pero ayudarle y acompañarle no es esto, y es probable que sea lo último que necesite; es darle soporte para que pueda tomar sus propias decisiones. Esto es aún más complicado si estamos hablando de nuestr@ hij@, ya que tendemos a sentirl@s como una extensión de nosotr@s.
Como ya hemos dicho, para contener emocionalmente a cualquier persona, pero en especial a un/a adolescente, tenemos que mirar la situación desde sus ojos y, por eso, necesitamos que él o ella, como persona que más sabe de la situación, nos ponga al día sobre cómo lo percibe. Podemos ayudarle a testear las consecuencias de poner en marcha sus posibles soluciones, pero no desde la autoridad ni el juicio. Me explico: no es lo mismo decir: “Eso no lo puedes hacer porque estás siendo injust@ con tu amig@”, “Lo que tienes que hacer es decirle a esta persona….”, “No te puedes quedar callad@”, “Deberías….”, que decir algo como: “¿Y cómo crees tú, sabiendo cómo es vuestra relación, que puede afectar esto a vuestra amistad?”, “Tú que l@ conoces, ¿de qué manera se lo harías saber teniendo en cuenta cómo se siente?”, o “¿Y cómo te vas a sentir si no se lo cuentas o si haces eso que me estás diciendo?”, “¿Crees que sabe que esto te molestó, o que lo volvería hacer si no lo sabe?”, o, como última opción, sugerir sin condescendencia alguna alternativa: “¿Qué crees que pasaría si hicieras…?”, “¿Crees que algo así podría ayudar?”.
6. Refuerza su sentimiento de capacidad
La inseguridad que se experimenta en esta etapa es intensa y podrán preguntarnos de primeras qué hacer en una situación. Especialmente, si se ha generado mucha dependencia por sobreprotección por nuestra parte. Es muy tentador “darles instrucciones”, pero aquí es muy importante para su autoestima que no opinemos nosotr@s antes de indagar en qué es lo que haría él o ella y qué opciones se le ocurren. Si contestáramos directamente, estaríamos posicionándonos en un lugar de “superioridad salvadora” y, de esta forma, estaríamos validando que ell@s no son capaces de resolverlo, ni llegar a conclusiones valiosas. Pero si estamos atentos y nos explica qué haría ella o él, podemos realzar qué partes de su plan pueden ser una muy buena idea y en qué coincidimos con ell@s, sin devaluar su propuesta. De esta manera, no nos colgamos la medalla de haber encontrado esas soluciones, sino que es él o ella quien se lleva el mérito y la satisfacción. Puede que su decisión no coincida exactamente con la que hubiéramos tomado nosotr@s, pero esa autonomía y espacio para tomar decisiones, va alimentando la confianza en sí mim@ a través de generar y probar opciones de solución. Además, está demostrado que es más probable que pongamos en marcha una solución si sentimos que ha surgido en parte de nosotr@s, aunque sea con ayuda, que una solución que nos dé otra persona, porque nos visualizamos más fácilmente llevándola a cabo. Así que te propongo que intentes respetar sus decisiones y te abstengas de intervenir de más, con la excepción de que se pueda producir un daño (que no frustración) a nuestr@ adolescente o a terceras personas.

En definitiva, es vital aprovechar los momentos de apertura de tu hij@ o “tu adolescente” para hacerle saber que estás ahí, que puede confiar en ti y que tú también confías en ella o él y en su criterio para tomar decisiones, a pesar de que puedas no estar del todo de acuerdo o que no coincida con tu opinión.
Espero haber podido acompañarte con estas sugerencias y darte algunas claves para poner en práctica. Aun así, sabemos que la convivencia con adolescentes es apasionante a la vez que desconcertante e intensa, por lo que, si sientes que te has quedado con preguntas en el tintero o crees que te podría ayudar un poco de guía más específica en este proceso, ponte en contacto con nosotras. Estaremos disponibles para escucharte y ayudarte a ponerte en marcha.