Cuando pensamos en el grado de satisfacción que tenemos con nuestra vida y en cuánto sentimos que nuestras elecciones encajan con nuestras necesidades, es inevitable pasar por analizar cómo nos sentimos en el área relacional, ya que es una parte que influye directamente en el bienestar psicológico de cualquier persona en cualquier momento de la vida. Esta área está compuesta por el conjunto de vínculos que establecemos con las personas con las que convivimos de una manera más o menos íntima.
Probablemente habrás oído hablar del apego como concepto importante en psicología (no como coloquialmente se nombra a un tipo de relación de dependencia con personas u objetos); y es que el apego es la base de las relaciones que establecemos durante toda nuestra vida. Podríamos definirlo como el “molde relacional” con el que creamos nuestros vínculos. Se confecciona en los primeros meses de vida, incluso antes del nacimiento, en las interacciones que tenemos con nuestr@s cuidador@s principales, pero influyen también en el apego las posteriores relaciones en la primera infancia. El primer vínculo que da forma al apego es el que establecemos con nuestras figuras de referencia (en primer lugar, el vínculo materno), que son las personas con las que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo. En función de la seguridad que sintamos en estos primeros meses con estas figuras, iremos creando lo que llamamos:
- Un modelo operativo del mundo: que es una idea que nos hacemos de lo que podemos esperar del mundo que nos rodea y las personas que hay en él.
- Un modelo operativo de nosotr@s mim@s: que es la idea que tenemos de cómo somos nosotr@s en función del trato que recibimos del mundo que nos rodea y de las personas que hay en él. Este será el punto de partida de nuestra identidad.
En función de cómo nos hemos sentido en esta primera etapa de nuestra vida y los modelos operativos que adquirimos, establecemos un modelo de apego que puede ser seguro o inseguro.
Pero lo que de verdad importa no es esta etiqueta, si no la repercusión que ha tenido esto en nuestro desarrollo y cómo influye ahora en nuestra vida presente.
Por ello aquí te explico las principales implicaciones que nuestro estilo de apego tiene en las relaciones que establecemos con l@s demás y con nosotr@s mism@s, y algunas reflexiones que pueden ayudarte a comprender mejor este concepto.

1. El apego es una lente a través de la que vemos el mundo y nos relacionamos con él
Como hemos visto, el apego nos ayuda a construir un mapa de la realidad que nos rodea para situarnos y movernos en ella. Sobre todo, esto afecta a las expectativas que tenemos de lo que va a ocurrir y lo que podemos esperar de la vida y de las personas. Las personas que tienen un apego inseguro tienden a manejar expectativas de realidad polarizada: pueden mostrarse tremendamente ingenuas e idealistas o, por el contrario, ser muy suspicaces y desconfiadas.
Si en nuestra infancia hemos percibido nuestro entorno como un lugar seguro y predecible donde nos han tratado de manera afectuosa, nos han prestado atención y han cubierto mayoritariamente nuestras necesidades, tanto físicas como emocionales (al menos en un 70/80% de las ocasiones); si generalmente nos han acompañado para afrontar las dificultades o frustraciones de manera respetuosa y nos han enseñado a reparar nuestros errores a través de su ejemplo, probablemente de adult@s tengamos un apego seguro. Esta seguridad hará que esperemos que puedan pasarnos cosas tanto favorables como desfavorables, pero tendremos una visión optimista en cuanto a cómo seremos capaces de gestionarlo y cómo nos acompañarán las personas que nos rodean.
Por el contrario, en estos primeros meses (y años) de nuestra vida, puede ser que hayamos percibido nuestro entorno como un lugar inseguro, impredecible o rígido, solitario o híperestimulante en el que nos hemos podido sentir abrumad@s, ignorad@s, invadid@s o controlad@s. Quizás nos hayamos sentido desbord@s por las situaciones que nos ha tocado vivir, la forma de acompañarnos de las personas que nos cuidaban y por sus respectivas emociones. Puede ser que hayamos estado expuest@s a algún tipo de maltrato. Si cuando éramos pequeñ@s nos evitaron frustraciones, sin ponernos los límites necesarios para cuidarnos, quizás por no poder sostener emocionalmente nuestras reacciones, seremos adult@s intolerantes e incluso idealistas; y no sabremos enfrentar las dificultades, por lo que tenderemos a evitarlas. También pudo ocurrir que tuviéramos que crecer muy rápido, nadie acudiera de manera consistente a consolarnos cuando llorábamos, ni se nos permitiese pedir ayuda porque se nos consideraba mayores; puede ser que nos pusieran excesivos límites y que nos castigasen si no hacíamos lo que esperaban de nosotr@s. Como consecuencia, seremos adult@s complacientes, probablemente hiperexigentes con nosotr@s y con los demás, tenderemos a evitar pedir ayuda y sentirnos muy culpables si no somos capaces de lograr algo. Es decir, seremos adult@s con <apego inseguro> que esperarán de la vida lo que recibieron de su mundo infantil y reaccionarán, en consecuencia, sintiéndose inseguro@s e insuficientes como para lidiar con su realidad. Esto nos puede bloquear o puede hacer que vayamos “al límite para poder con todo”.
Estas son sólo algunas posibilidades de entre una multitud de combinaciones. Lo que está claro es la gran repercusión que tienen en nuestra vida adulta las emociones que experimentamos en las relaciones de nuestra infancia.

2. Es la base de tu identidad y tu autoestima
Las personas con las que nos vinculamos nos mandan mensajes sobre cómo somos implícita o explícitamente. Cómo soy tratad@ me habla de la otra persona, pero también de mí (modelo operativo de mí mism@). Es decir, cómo reaccione nuestro entorno a nuestras distintas facetas hará que algunas características se potencien y otras se inhiban o modifiquen en nosotr@s. Esto hará que vayamos creando nuestra <identidad> en función de cómo nos han transmitido que somos, y nuestra <autoestima>, en función de las emociones que generan estas facetas en nuestro entorno. Así aprendemos qué partes de nosotr@s son más deseables y cuáles lo son en menor medida.
Si en nuestra primera infancia nos hemos sentido lo suficientemente bien tratad@s y llegamos a sentirnos segur@s, empezaremos a generar una imagen positiva de nosotr@s mism@s y nos sentiremos merecedor@s de ese buen trato. Y, en cambio, si no es así, empezaremos a crear una autoimagen negativa en la que no nos percibimos como merecedor@s de afecto, o lo suficientemente buen@s o importantes como para que nos quieran, nos atiendan y cubran nuestras necesidades.
Si, por ejemplo, he percibido continuas correcciones de mi entorno, pensaré que hay más cosas mejorables en mí que cosas valiosas y será difícil que en mi edad adulta tenga una autoestima fuerte. Sin embargo, si me he sentido lo suficientemente valios@ y validad@ emocionalmente durante mi desarrollo y me han acompañado para solventar las dificultades que haya tenido (que no evitármelas) tendré una percepción de mí mism@ como alguien valios@ (que no perfect@) lo cual reforzará mi autoestima y la seguridad en mí mism@.

3. Condiciona los roles que sueles asumir y los que le atribuyes a l@s demás
Desde nuestro nacimiento, o incluso antes, cumplimos una función dentro de nuestra familia. La intención con la que nuestros padres/madres decidieron serlo hacen que desde nuestra infancia empecemos a desempeñar determinados roles, los cuales influirán en nuestro posterior desarrollo emocional y relacional.
A veces, l@s hij@s son percibidos como un refugio o apoyo ante la soledad y otros sentimientos de alguno de los progenitores; a veces como un proyecto en común; a veces l@s hij@s hacen la función de “pegamento” manteniendo unida la pareja; a veces simbolizan una forma de “avanzar” y cambiar de etapa vital. También pueden ser una forma de cumplir las expectativas de la familia nuclear, o una pieza necesaria para un modelo de vida establecido.
Así mismo, cuando vamos creciendo, vamos desarrollando con nuestras figuras de referencia unas <dinámicas relacionales> que podrán ser más o menos funcionales, dependiendo, entre otras cosas, de la situación familiar, del estado emocional de l@s padres/madres y, por supuesto, del temperamento y las demás características del/la niñ@ que hacen más o menos complejo el ajuste para cubrir sus necesidades. Pueden ser dinámicas basadas en la comprensión, en la lucha de poder, en el miedo, el control, en alianzas entre miembros de la familia, dinámicas de superación, de cooperación, de respeto, de violencia, de culpa, etc., en las que a l@s hij@s les “toca” desempeñar un papel. Estos papeles o <roles> que como hij@s ponemos en práctica con nuestras figuras de referencia serán los que tengan más peso en nuestra identidad y, por tanto, los que marcarán nuestras relaciones presentes y futuras.
Por ejemplo, si en nuestra familia de origen hemos desempeñado con frecuencia un rol (de cuidador@, víctima, confidente, pacificador@, solucionador@ de problemas o cualquier otro), al relacionarnos con el resto del mundo tenderemos a colocarnos en estos roles o, en su defecto, en los opuestos a modo de compensación. Si los roles que teníamos antiguamente no cubrían nuestras necesidades, podríamos pensar que esta compensación puede ser más saludable, ya que va en dirección opuesta; pero compensar no es reparar y podemos ponernos en roles extremadamente opuestos pasando, por ejemplo, de ser víctima a agresor@ o de controlad@ a controlador@, lo cual tampoco nos permitiría relacionarnos de una forma sana. A veces, precisamente en estas dinámicas compensatorias, se originan trastornos mentales complejos.

Esperamos que este contenido te haya ayudado a ampliar tu conocimiento sobre el apego y las relaciones interpersonales. Si te está resultando útil esta información y te apetece seguir leyendo más sobre el apego, te animamos a que continues leyendo nuestro próximo post, que publicaremos en breve, en el que ampliaremos información sobre cómo influye el apego en la elección de pareja y otr@s compañer@s de vida, aprender a diferenciar los vínculos seguros y en qué consiste el proceso de reparación del apego. Así mismo, si te sientes identificad@ con estas líneas y te gustaría comenzar a explorar sobre tu estilo de apego con un profesional, estamos disponibles para acompañarte en ese proceso.
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