Mucha gente piensa que hablar sol@ es un síntoma de “locura” o “rareza” y, como tal, en consulta lo comentan con cierta vergüenza, aclarando (medio en broma) que no es que “escuchen voces”, si no que hablar en voz alta les ayuda a aclarar las ideas. Y es que, realmente, reconocer que hablamos sol@s en ocasiones es casi un tabú, ya que experimentamos mucho miedo a ser juzgad@s. Sin embargo, hablar sol@, incluso en voz alta, es algo verdaderamente usual; tod@s lo hacemos, aunque sea de manera inconsciente y “hacia dentro”. Y no sólo eso, sino que, además, es un gran recurso para nuestro desarrollo psicológico, ya que si <nos hablamos “bien”> estaremos previniendo y gestionando muchos problemas emocionales. Porque tod@s tenemos un diálogo interno y es que, en realidad, no estás hablando sol@, si no contigo mism@.

Tener un diálogo interno sano es un signo o un predictor de salud mental y bienestar emocional, al igual que si es disfuncional puede generarnos muchas dificultades y malestar. Entonces, ¿cómo podemos saber cómo es el nuestro y si nos hablamos de manera adecuada?, ¿de qué forma podemos modificar nuestro diálogo interno para que nos ayude en el día a día en lugar de entorpecernos?

El pensamiento es lenguaje

Aquí te dejo algunas reflexiones que pueden ayudarte a conocerlo, comprenderlo y manejarlo a tu favor.

El pensamiento es lenguaje

Una gran parte de nuestro pensamiento se estructura a través del lenguaje y cómo pensamos influye de manera directa en nuestras emociones y acciones. Igual que las palabras que usamos para hablar a otra persona influyen en cómo se siente y de qué manera se comporta, la forma que tenemos de hablarnos a nosotr@s mism@s, también. Además, tengamos en cuenta que nuestro diálogo interno siempre está activo, aunque no siempre seamos conscientes, por lo que la influencia de éste sobre nosotr@s es irrefutable; es nuestro “hilo musical”. Dependiendo del tono, el volumen y la intención de nuestro hilo musical, nos generará unas emociones u otras y nos motivará a actuar (o no) de diferentes maneras.

Activa el modo consciente para conocerlo/te

Tratar de escucharnos y ser conscientes de cómo nos hablamos y qué nos decimos hará que podamos comprender cómo nos sentimos y, también en parte, cuál es nuestra manera de actuar.

. Muchas personas que suelen sentirse inseguras, no son conscientes de que “se hablan” a sí mismas e incluso niegan que esto pueda ser así, y aquí está la primera piedra en el camino, ya que, si no conoces tu diálogo interno, puede ser que te estés haciendo tú sol@ la zancadilla.

El diálogo interno, así como nuestra personalidad, se ha ido formando con las voces de nuestras figuras significativas, es decir, de las personas que nos rodean a lo largo de nuestra vida. De cómo nos hablaron directamente y de cómo se hablaron a sí mismas. Es necesario darnos cuenta de quiénes son esas palabras, expresiones o estilo de pensamiento que hemos aprendido, cuáles nos impulsan y cuáles nos frenan y poder diferenciar lo que es nuestro y lo que no; quedarnos con la forma de hablarnos que nos hace sentir valios@s y nos ayuda a redirigirnos con respeto y deshacernos de todas aquellas que nos lastran.

Diálogo interno: nuestro filtro de realidad

Es nuestro filtro de realidad

A través de las palabras que elegimos para entender o describir una situación, nos estamos contando una historia sobre lo que ha pasado o incluso acerca de quiénes somos. Es decir, si nuestro “narrador interno” tiende a utilizar, por ejemplo, un lenguaje despectivo o juicioso, nuestra visión de la realidad tendrá un sesgo más pesimista, que tenderá a dirigir nuestra atención más hacia lo que falta que hacia lo que hay. En cambio, si nuestro lenguaje interno es más descriptivo o analítico, percibiremos las cosas de manera más equilibrada y probablemente podamos apreciar otros matices y sentirnos más optimistas o capaces de afrontarlas.

La realidad que “nos contamos” siempre tiene cierto sesgo, pero en la medida que conozcamos las características y el estilo de nuestro diálogo interno, podremos tener en cuenta ese sesgo y ajustar más nuestra visión de las cosas. Un ejemplo muy simple: si en un día lluvioso de invierno me digo: “hoy es un mal día”, me dejo a mí misma sin demasiadas opciones de maniobra y, probablemente, no me apetezca nada vivirlo; sin embargo, si me digo: “hoy es un día de lluvia y parece que hace frío”, podré pensar qué necesito para llevarlo mejor, qué cosa calentita puedo desayunar y que me voy a poner las botas de agua para llegar con los pies secos al trabajo. Sigue siendo un día lluvioso, pero no condiciono emocionalmente todo lo que pase en él.

Honestidad y coherencia

¡Cuidado! Esto que estamos diciendo no significa que porque nos contemos algo de manera “positiva” y te fuerces a ver el lado “bueno” de todas las cosas, vas a vivir más feliz, ni que ésta sea la clave de un diálogo interno sano. En psicología, a obviar o suprimir aspectos desagradables de la vida lo denominamos negación, que es un mecanismo de defensa que, a medio/largo plazo, suele traer consecuencias en nuestra salud mental.

Para que tu diálogo interno esté equilibrado tiene que ser coherente y honesto. Tampoco es que sólo te centres en las cosas que “no van”, si no que intentes, en la medida de lo posible, ver ambas caras de la moneda para ser lo más sincer@ posible contigo mism@.  Seguro que has podido comprobar que, por mucho que a veces un@ se diga que “no tengo motivos para estar mal”, “hay problemas más gordos”, “todo está bien”, “es normal, no es un problema”, “no pasa nada”,… La realidad es que ¡¡sí pasa!! Puede que te sientas mejor momentáneamente, pero, a medio/largo plazo, engañarte hará que no te puedas escuchar, ni entender y, por tanto, ocuparte de lo que realmente necesitas.

Dime cómo te hablas y te diré cuánto te aprecias

Sí, cómo nos hablamos influye y está influido en/por nuestra autoestima. Todos tenemos un estilo de comunicación externa ante diferentes situaciones y personas que puede ser más o menos parecido a nuestro estilo de comunicación interno. Pero, por lo general, como “hay confianza”, solemos hablarnos de una forma en la que nunca le hablaríamos a nadie o, al menos, a nadie que apreciemos. Y es que con nosotr@s tendemos a ser mucho menos amables y cuidados@s. Algun@s nos exigimos, nos reprochamos o nos damos órdenes: “¡¡Venga!! Tengo que terminar esto y luego esto y lo otro, date prisa”, “Ya te vale”, “Podrías haberte esforzado más”, “Menuda chapuza; nos juzgamos: “Eres un desastre”, “No deberías estar sintiendo esto, no tienes motivos”, “Ya eres mayorcit@, ¡supéralo!”; otras veces nos torturamos: “Otra persona lo habría hecho mejor”, “Así nadie te va aguantar”, “Estás loc@” , “Soy tont@”, “Tú te lo has buscado”, “Eres débil”; y otras veces, simplemente, ignoramos lo que necesitamos en pro de “quedar bien” con otr@s,  dejamos de apoyarnos y reconocernos las cosas que nos hacen sentir valios@s y, por supuesto, esto hace mella en la relación con nosotr@s mism@s.

¿Sueles darte la enhorabuena por haber conseguido algo que te propusiste, preguntarte qué necesitas, o animarte y alentarte cuando algo te cuesta? Pues este es un buen comienzo para empezar a “hablarte bien”.

Alto y claro: diálogo interno

Alto y claro

En momentos en los que nos sentimos saturad@s, dispers@s o emocionad@s, el hablar en voz alta con nosotr@s mism@s nos ayuda a enfocarnos en lo que realmente queremos. Nos ayuda a calmarnos, a centrarnos y a dirigir nuestra atención hacia donde necesitamos. Y es que, escuchar nuestra propia voz (si es en un tono amable), es una gran herramienta de regulación emocional.

Cuando estamos activ@s y necesitamos canalizar nuestra energía hablar/nos en voz alta sobre lo que nos proponemos, nos ayuda a ordenar nuestras ideas; cuando estamos con el ánimo bajo, escuchar nuestra propia voz hablándonos con cariño y compasión nos hace sentir arropad@s y pone en marcha nuestro autocuidado; cuando estamos nervios@s o sentimos ansiedad , exteriorizar en voz alta lo que estamos sintiendo y pensando puede ser de gran ayuda para dar sentido a lo que nos está pasando  y guiarnos en busca del camino a la calma y a la seguridad. Hay palabras que tienen mucho poder tanto en positivo como en negativo. Igual que hay expresiones que funcionan como detonadores de emociones desagradables, hay otras que, quizás, hemos escuchado a alguien que nos aprecia, que evocan en nosotr@s recuerdos y sentimientos de calma, regulación o fuerza y que pueden ayudarnos a lidiar con el día a día. Te propongo que intentes recordar cuáles son esas expresiones, palabras o “motes” que alguien te dice o te dijo con cariño para que las uses contigo mism@ y compruebes cómo te hacen sentir.

Tu acompañante

La voz de nuestras cabezas nos acompaña siempre; aunque de manera adaptativa, en algunos momentos se pone en “mute” y en otros se hace mucho más presente, en función de lo que necesitemos. Como ya hemos dicho, nuestro diálogo interno se relaciona bidireccionalmente con nuestro estado de ánimo: cómo nos hablamos influye en cómo nos sentimos, al igual que cómo nos sentimos influye en la forma que tenemos de hablarnos.

Aunque no lo creas, cómo te hablas puede ir en pro o en contra de tu autonomía y tu madurez emocional. Esto es así porque cómo te acompañes marca la diferencia sobre lo que te sientas y seas capaz de afrontar y también sobre la manera que tengas de hacerlo.  Así que aquí te dejo algunos ejemplos de ello:

→ Si te hablas con cariño y compasión, probablemente seas capaz de aprender mucho más de tus errores. Si, por el contrario, te juzgas y te torturas por haberlos cometido, estarás generando poco a poco una herida en tu autoestima que te dificultará hacerlo mejor la próxima vez, ya que la culpa nos bloquea y hace que no podamos responsabilizarnos para avanzar.

→ Si juzgas tu manera de actuar, tu aspecto o tus capacidades, estarás alimentando tus miedos e inseguridades, y no, esto no servirá para hacerlo “mejor”. Además, hará que te sean invisibles otras características y capacidades que sí tienes, puesto que la exigencia minimiza el ángulo de visión de tus recursos. Por eso, es mejor mirarnos y hablarnos desde el respeto que merecemos, valorando quiénes somos, con nuestras luces y sombras.

→ Si te propones algo en lugar de exigírtelo, seguramente la presión sea menor y puedas llegar más lejos, sabiendo valorar lo lejos que has llegado. No es lo mismo pensar: “tengo que…”, ”debería hacer X” (que ya de por sí genera pereza y cierta tensión), a: “me ayudaría hacer…”, “me gustaría empezar.. ”, “me vendría bien hacer X”. Uno nos hace sentir la necesidad de ponernos en marcha y otro la obligación.

→ Y es que tampoco es lo mismo darnos órdenes que hacernos propuestas, meternos presión y prisa que alentarnos a seguir intentándolo o “darnos por vencidos” diciéndonos que “no hemos sido lo suficiente” a aceptar que “esta vez no hemos podido, a pesar de haber hecho todo lo que hemos sido capaces”.

→ Si das por hecho cosas de ti mism@ sin preguntarte, probablemente te verás enredad@ en algunos círculos viciosos. Por ejemplo, llenando tu agenda sin ser consciente del coste de llevar a cabo todos esos “planes”, diciendo “sí” automáticamente a algo que quizás no deseas o dejando de lado posibilidades por no preguntarte: ¿qué necesito?, ¿cómo me hace sentir?

→ Si estamos en mitad de un proceso difícil, nuestro diálogo interno puede guiarnos, dándonos ánimo o describiendo la situación para abordarla lo mejor posible.

Tu acompañante

Espero que estas líneas te hayan ayudado a ser más consciente de cómo te hablas para hacerte propuestas sobre cómo te gustaría acompañarte. Te aseguro que, si te hablas “bien”, con el respeto y estima que mereces, a pesar de tus defectos (que no se trata de engañarnos), te sentirás más fuerte y capaz.

Sabemos que esto que te proponemos puede ser algo complejo, ya que se trata de desaprender patrones que hemos interiorizado inconscientemente para aprender con consciencia otros nuevos que nos vayan mejor. Por ello, si sientes que necesitas un espacio para trabajar en tu diálogo interno y en ser mejor acompañante para ti mism@, déjanos un mensaje y te ayudaremos con mucho cariño.

Marta López de Lerma Parada, Psicóloga General Sanitaria

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *