Para cada persona, familia y pareja las vacaciones significan cosas parecidas, pero, a la vez, diferentes; al igual que tenemos distintas expectativas de las vacaciones en función de lo que necesitemos encontrar en ellas: descanso, disfrute, aventura, conexión, fluir, reencuentros, etc.

En vacaciones tendemos a dar más rienda suelta a nuestros deseos. Por lo general, nos permitimos ser más flexibles y espontáneos. También nos centramos en el disfrute, ya que llevamos mucho tiempo posponiéndolo y, con esa ansia, buscamos actividades que nos generan placer a corto plazo y un incremento notable de la dopamina como comer, dormir o consumir, en general, ya que sabemos que este impass no durará eternamente. Precisamente, por ello, a veces nos vamos a los extremos. Buscamos el disfrute y evitamos hacer esfuerzos sin tener en cuenta nuestras necesidades. Algun@s comemos y dormimos de más o de menos, compramos sin demasiada consciencia o frenamos en seco nuestra actividad física y otros hábitos de autocuidado. Algo a tener en cuenta, como comentamos en posts anteriores, es que, a veces, cuando uno para y ha tenido en espera muchas necesidades, los días de descanso no fluyen como nos gustaría y esto puede generar mucha frustración.

Claramente, las elecciones que hacemos para nuestras vacaciones están relacionadas con cómo es nuestra vida fuera de este oasis. Horarios más rígidos que nos generan prisas, menos energía para conectar con lo que necesitamos nosotr@s y necesitan nuestros seres queridos, largas listas de tareas, escasos espacios para realizar actividades placenteras y dificultades para relacionarnos con tranquilidad con el mundo que nos rodea. En general, tanto para l@s niñ@s, como l@s adult@s, el “comienzo de curso” conlleva un incremento de la exigencia y esto hace que el final del verano traiga consigo cierta angustia y tristeza, a la que coloquialmente nombramos como “depresión postvacacional”, pero para algunos también esperanza y ganas de cambio para empezar de nuevo con buen pie.

¿Cómo podemos aprovechar este punto de inflexión?

Te propongo estas reflexiones

1. Pon atención a lo que te genera “la vuelta”

Piensa y conecta con cómo te hace sentir el volver a casa o a tu rutina después de estar algún tiempo (más o menos prolongado) fuera. ¿Qué cosas has echado de menos?, ¿con qué te alegra reencontrarte?, ¿con tu cama, quizás?, ¿con tu casa?, ¿tu barrio?, ¿caras conocidas?, ¿cierta rutina? o ¿nada de esto? Por el contrario, identifica también a qué cosas no deseas volver, ¿qué te genera ansiedad, rechazo o, simplemente, pereza?, ¿qué es lo que se te viene a la cabeza cuando piensas en retomar tu vida?

El equilibrio o desequilibro entre estas sensaciones nos indicará el grado en el que nos sentimos satisfech@s con nuestra vida cotidiana, así como la amplitud de los cambios que necesitamos poner en marcha.

2. Pregúntate qué te ha llenado de estas vacaciones y de qué te han quedado ganas

La respuesta a esta pregunta responde a cuáles eran tus necesidades pospuestas. Reflexionar sobre qué nos ha aliviado y nos ha hecho disfrutar estos días, así como poner atención a los matices presentes en estas situaciones agradables, nos dará mucha información sobre lo que nos sienta bien y lo que no. Por ejemplo, algún@s dirán: “desconectar del trabajo”; ahí podemos preguntarnos: ¿qué nos ha hecho desconectar?, ¿ha sido dejar el móvil?, ¿con qué nos hemos conectado en su lugar?, ¿qué nos ha permitido soltar responsabilidad?, ¿quizás tenga algo que ver con estar rodead@ de los tuy@s?, ¿o con cambiar de entorno e introducir cosas nuevas en tu rutina?

Algo que nos puede ayudar, es preguntarnos si en nuestro día a día dejamos algún espacio para estas actividades que nos conectan y nos hacen sentir bien o si, por el contrario, las tenemos «abandonadas» fuera del periodo vacacional.

depresión postvacacional

3. ¿Te fuiste intentando dejar algo atrás?

A veces, después de una pausa, nos damos cuenta de que hay asuntos sin resolver que dejamos en standby. Puede ser que nos fuéramos de vacaciones pensando que se resolverían dejándolos estar. Y es cierto que algunos asuntos han de posponerse en pro de recargar la energía necesaria para afrontarlos de manera más adaptada. Sin embargo, será muy útil reconocer los asuntos que pospusimos (de los que huimos) y que necesitan de nuestra atención e implicación. Puede ser alguna decisión laboral o sentimental, alguna dificultad que nos cuesta ver en nosotr@s mism@s o incluso de algun@ de nuestr@s hij@s o familiares a los que necesitamos dedicarle tiempo.

4. Hazte una propuesta: ¿Qué puedes hacer tú para mejorar tu vida?

Con la información derivada de la anterior reflexión, hazte una propuesta. Piensa y apunta algunas cosas que tienes ganas de cambiar o implementar de cara al nuevo inicio y que crees que te sentarían bien. ¿Qué cambio crees que merecería tu esfuerzo? En este punto es probable que pienses que esas cosas no son posibles de cambiar; puede que las veas como metas actualmente inalcanzables. Es normal. Necesitamos diferenciar las cosas que están a nuestro alcance y dependen, al menos en parte, de nosotr@s, de las cosas que no y, por tanto, tenemos que aceptar.  La diferenciación del siguiente punto puede guiarte para establecer unas metas asequibles y razonables.

vuelta rutina

5. Intenta distinguir entre deseos y expectativas

Los deseos son aquellos ideales que imaginamos y que nos gustaría que se cumpliesen al margen de la realidad. Es importante desear y saber escuchar hacia dónde nos guían nuestros deseos; esto nos hará actuar de manera coherente con ellos y nos aportará motivación, lo cual promoverá que estemos más satisfechos. Igualmente, si sólo tenemos en cuenta lo que deseamos, puede que la vida nos parezca decepcionante, ya que en la realidad los deseos no son tan fáciles de cumplir. Para ello necesitamos las expectativas que, si son realistas, tienen en cuenta aquello que deseamos, así como los factores de realidad que lo hacen más o menos factible. Por ejemplo, mi deseo puede ser montar en bici todos los días al amanecer, que es un ideal que tengo a mi alcance en vacaciones, sin embargo, los datos de realidad me muestran que hay otras áreas de mi vida que estarían desatendidas si ese deseo se hiciera literalmente realidad en mi vida cotidiana. Por ello, me pongo a pensar para generar unas expectativas realistas: ¿qué días y ratos de mi semana podría emplear en esto que me apetece, sin descuidar otros aspectos importantes?, ¿quizá uno… dos?; ¿por dónde puedo empezar para lograr hacer el esfuerzo de priorizar dedicar algún día a esta actividad?, ¿a qué podría renunciar y qué coste tendría?, ¿podría empezar por una hora a la semana e ir avanzando?, ¿qué necesitaría o qué me ayudaría a ponerme en marcha?, ¿qué sería lo que más me costaría?

La clave es ser consciente de dónde partimos, hacia dónde queremos ir y diseñar el camino que une estos dos puntos de manera realista, es decir, de manera paulatina y teniendo en cuenta cómo nos enfrentamos cada un@ a los cambios. Ya que, si me propongo retos ignorando los factores que no están dentro de mi radio de control o conllevan un cambio muy drástico o un esfuerzo demasiado grande, lo más probable es que deje de perseguir estas metas. Suele concurrir, que nos frustramos al no conseguir ver avances, en muchas ocasiones, por no haber graduado bien los pasos del camino.

5. Intenta distinguir entre deseos y expectativas

6. Cuenta con el periodo de adaptación

Todas las personas somos resistentes a los cambios. Aunque con diferencias individuales a la hora de afrontarlos y de necesitarlos, todos tendemos en cierto grado a la continuidad y a buscar lo conocido, ya que tenemos un instinto de supervivencia que hace que nos adaptemos al medio y circunstancias en las que vivimos. El cambio nos genera cierta reticencia, nos provoca miedo, porque conlleva incertidumbre y, a pesar de que ese cambio puede tener muchas probabilidades de ser positivo y podemos tener ilusiones puestas en él, tenemos un “freno” preinstalado que nos viene de serie, que hace que nos cueste afrontarlo. Por tanto, no es algo patológico sentirnos confundid@s, apátic@s o algo ansios@s cuando experimentamos un cambio en la rutina; eso sí, es clave contar con que vamos a tener un periodo de adaptación, unos días de reconocimiento que nos pueden provocar cierto malestar o extrañeza. La duración e intensidad de este periodo dependerá de nuestro grado de sensibilidad. Contar con ello significa planificar estos días teniendo en cuenta esta parte emocional. Por ello, si puedes, vuelve a “tu vida” de manera paulatina, dejando unos días, por ejemplo, en los que tengas tareas domésticas sin incorporar de lleno las laborales, para que sigas teniendo algo de tiempo “libre” para alguna actividad placentera y ve incrementando las tareas laborales, proponiéndote no perder ese ratito del día para conectar, cuidarte y disfrutar. Te sugiero pensar en la energía que te has “llevado” de tus vacaciones e intentes cuidarla, para hacer que dure y te ayude a afrontar el cambio con mejor ánimo (sin negar que es algo costoso), porque la energía no está en ese lugar al que viajaste, ni en ese paréntesis que viviste; esa energía te la llevas tú y eres el responsable de cuidarla -cuidándote- y teniendo en cuenta tus necesidades de recarga antes de volver a estar en “números rojos”.

Es normal sentir cierta reticencia a volver a la rutina, sobre todo cuando nos despedimos de ella en un punto de sobrecarga de responsabilidad o descarga de energía severo. Los últimos recuerdos que tenemos de ella no suelen ser demasiado agradables, si no que solemos recordarnos cansados y con muchas ganas de “cerrar”. Así mismo, si ves que tu ansiedad se dispara o tu tristeza se acentúa cuando llega el momento de volver, es importante que pongas en marcha algunos cambios para mejorar tu calidad de vida; ya sean cambios a nivel externo (trabajo, equipo, hábitos, relaciones…) o interno, que tienen que ver con la forma de percibir las cosas que nos ocurren en la vida y en los que influyen de manera directa nuestro bienestar psicológico y emocional. Sabemos que esta no es una tarea fácil, de hecho, es uno de nuestros objetivos de terapia más comunes. Así que, si encuentras un desequilibrio en tu vida que te genere malestar y crees que te vendría bien ayuda para afrontar estos cambios o incluso, para identificar, qué cambios podrían ser los indicados en tu caso, no dudes en contactar con nosotr@s y te ayudaremos a tomar impulso en la dirección que necesites.

Marta López de Lerma Parada, Psicóloga General Sanitaria

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