Muy a menudo en terapia nos encontramos con estas preguntas: ¿por qué siento malestar cuando estoy en la cama intentando dormir?, ¿por qué, si no me está pasando nada ahora mismo, siento ansiedad?, ¿por qué me encuentro mal cuando estoy sol@ o en un momento de descanso?
A veces, nos resulta difícil comprender por qué, en ocasiones, el malestar aparece en momentos distintos a aquellos en los que han aparecido los problemas o estresores en cuestión y la respuesta tiene que ver con la prioridad que le damos a nuestras necesidades, especialmente las psicoemocionales, en contraste con la prioridad que le damos a otras demandas que gestionamos a lo largo del día.
Hay personas que, justo después de terminar de trabajar, comienzan con algún dolor corporal o conectan con la necesidad de ir con urgencia al baño, de beber o de comer algo. Esto no ocurre porque esta necesidad se dé justo en este momento, sino porque ha sido retrasada anteriormente para dar prioridad a otras cosas como son: llegar a tiempo, acabar una tarea, atender a alguien, gestionar algún trámite, etc., y nuestro cuerpo ha aprendido que, hasta estas necesidades fisiológicas básicas, son menos importantes que todo lo demás y “no hay tiempo de ocuparse de ellas hasta que lo demás esté hecho” o “hasta que exista un momento de quietud”.
Esto supone un inconveniente porque, muchos días, este momento de ocuparse y de conectarse con uno mismo para preguntarnos ¿cómo estoy?, ¿qué necesito?, ¿cómo me ha hecho sentir esto que me ha pasado?, nunca llega o es muy escaso. Entonces, tras estar a la espera, nuestras necesidades irrumpen en nuestro pensamiento y nuestro cuerpo en aquellos instantes en los que cree que sí podrá ser atendida o cuando ya no le quedan más opciones. A veces, en forma de pensamientos que nos secuestran la concentración, otras veces, como una emoción desagradable de ansiedad, tristeza o irritabilidad, que no entendemos en ese momento; y cuando nuestra mente ha aprendido que, a través de esas vías, no nos vamos a atender, recurre a señales más complejas e intensas como son los dolores o cambios en el sueño y apetito, entre otras.
Esto también les ocurre a los más pequeños de la casa. Una de las razones por las que se activan al final del día es que no han tenido un momento en el que integrar y digerir las cosas que les han pasado; además de no haber cubierto la necesidad de estar con su familia, en muchos casos. Por eso, el momento de irse a la cama es para muchos niñ@s el del juego, el de las preguntas existenciales, las confidencias e historias sobre su día o sobre lo que pasará el día siguiente (para los más anticipadores).
Pero entonces… ¿qué podemos hacer para que estas emociones y sensaciones no nos secuestren de manera tan intensa y recurrente en nuestros momentos de descanso?
Por aquí te dejo algunos consejos
1. Empieza por el autocuidado más básico
Dedícate unos minutos cada cierto tiempo para sentir tu cuerpo y preguntarte cómo estas y qué necesitas. Comienza por las necesidades más fisiológicas: si necesitas beber agua, ir al servicio, estirar tu cuerpo, comer algo, moverte o sentarte; y, por supuesto, no lo ignores: dáselo, en la medida que te sea posible. Cuando tu cuerpo y tu mente empiecen a ver estos momentos de descanso como algo más cotidiano, no tendrán tanta urgencia por invadirte con necesidades pospuestas, ya que las irás atendiendo cuando resulte necesario.
2. Respira
Es importante que, en la medida en la que transcurre el día, identifiquemos cuándo necesitamos “un respiro”. Y es que, literalmente, dedicar unos minutos a respirar cuando empezamos a notar cómo nuestro cuerpo se encuentra intranquilo o, por el contrario, se está desactivando, te ayudará a ajustar la marcha para continuar a un ritmo que no te genere malestar y en el que no vayas a marcha forzada.
3. Presta atención a cómo te sientes y ponle nombre
Si no estás acostumbrad@, puede ser que te cueste identificar que estás sintiendo alguna emoción y te pueda pasar desapercibida e incluso que, si descubres una sensación, no sepas, en ocasiones, cuál es exactamente. Elige entre las básicas y sus combinaciones para ir practicando.

4. Una cosa por vez
El modo multifunción es algo que usamos en un porcentaje altísimo de nuestro tiempo, y cuando estamos haciendo varias cosas a la vez (que, además, la mayoría de ocasiones, implican los mismos sistemas sensoriales), tenemos que bajar la calidad de ejecución de una o ambas, aunque no seamos conscientes.
Mirar el móvil mientras caminamos o conducimos, mantener una conversación mientras conducimos, ver la tele mientras comemos, organizar mentalmente una tarea mientras mantenemos una conversación. Son algunos de los ejemplos más cotidianos.
Por un lado, el multitasking nos ayuda a sobrevivir y puede llegar a ser un gran recurso a activar cuando ocurren imprevistos. Sin embargo, es un modo que parece que tengamos permanentemente automatizado y uno de los principales factores de ansiedad más generalizados. Con la premisa de llegar a todo y aprovechar el tiempo, no sólo le quitamos calidad a nuestras tareas, sino que también le quitamos calidez y conexión a nuestras interacciones, las cuales forman parte de nuestro abanico de factores reguladores emocionales. Además, enseñamos a nuestra mente a estar en piloto automático y eso hace que las cosas que pasan, pasen muy rápido y no puedan procesarse en el momento. Entonces… ¿adivináis cuándo se procesan?
Exacto, en los momentos de silencio, de descanso, al final del día o durante la noche.
Por eso te sugiero que empieces intentando ser consciente de cuándo activas el modo multifunción y guardes momentos en el día para hacer una sola cosa: tomar un café, ducharte, tener una conversación, dar un paseo, comer, conducir, cocinar, caminar…; sin mirar el móvil o tener que aprovechar esos minutos para algo más. Busca tus momentos y no te desesperes, ya que estos consejos requieren de práctica para que funcionen y te ayuden a ir reinstaurando tus recursos de regulación emocional.
Me encanta el artículo: la profundidad de los matices, las dimensiones que llega a abordar, y lo magníficamente bien que está explicado. Enhorabuena.
Muy interesante y didáctico. Sin duda un artículo que merece la pena leer.